lunes, 1 de octubre de 2012

ATALAYA. Más sobre RECONVERSIÓN




Después del paréntesis veraniego en el que suspendí la redacción de mis reflexiones habituales, y enfrentándome a las diversas opciones que se me presentaban para elegir entre ellas el asunto a compartir con ustedes –y muchos tengo, como muy bien se pueden imaginar- la plataforma Reconversión, de la que les dí cuenta hace unos tres o cuatro meses, me pone en bandeja el contenido de esta “atalaya”. Como les dije entonces, me he sumado a esta iniciativa por compartir con ella el objetivo y las formas de su planteamiento; y comparto también el contenido y la forma de este segundo mensaje haciéndolo mío, y reproduciéndolo para ustedes me alivia de la tarea de describir  aquello con lo que siento plena concordancia. Este servidor de ustedes no lo diría más claro utilizando sus propias palabras. Confío en que los responsables de la plataforma no me pongan una querella por atentar contra sus derechos de autoría.

Segundo mensaje a los adheridos a la plataforma reconversion.es
Los acontecimientos transcurridos desde nuestra última comunicación a finales de julio han ido  reconfirmando de manera dramática la oportunidad y el acierto de nuestra carta al Presidente del Gobierno de 25 de junio. Nuestra recomendación de articular un gran pacto de Estado con todas las fuerzas parlamentarias que se quisieran sumar para proceder a una revisión profunda de nuestro modelo institucional, productivo y territorial, no ha sido escuchada. Por el contrario, el Gobierno de la Nación insiste en su política de aumentar ingresos mediante fuertes incrementos impositivos y reducir gastos en capítulos que agravan la recesión o representan sacrificios dolorosos a la ciudadanía. Si las subidas de impuestos hasta niveles confiscatorios y los recortes presupuestarios en inversión productiva y en protección social no van acompañados de una decidida reforma del Estado para eliminar subvenciones, reordenar competencias, suprimir duplicidades, cerrar o privatizar medios de comunicación públicos, prescindir de representaciones exteriores inútiles o redundantes, reducir en un 90% los organismos y empresas públicos autonómicos y municipales, concentrar Ayuntamientos por fusión o creación de mancomunidades y disminuir drásticamente el número de asalariados públicos no funcionarios cuya contratación es superflua en términos de eficiencia o es de naturaleza puramente política, el Gobierno continuará equivocando el camino y la salida de la crisis se prolongará indefinidamente.
Hay cosas que el paso del tiempo arregla y otras que empeora. El Gobierno parece incapaz de distinguir entre las medidas que la Nación requiere con urgencia y las que son insuficientes o contraproducentes. España demanda sin demora una agenda completa diseñada a medio y largo plazo de reconversión del Estado y de dinamización de la sociedad.
Transcurridos nueve meses de la nueva legislatura y de acción de un Gobierno de la Nación que cuenta con mayoría absoluta en ambas Cámaras, no se ha conseguido reducir la presión sobre nuestra deuda soberana ni garantizar el cumplimiento de los objetivos de déficit ni neutralizar las amenazas separatistas a la unidad de España. El descontento y el malestar de la sociedad respecto a las políticas que se llevan a cabo, y respecto a las que no se acometen, no dejan de crecer, incluyendo la preocupante desafección de las bases sociales del propio partido del Gobierno. La liberación de terroristas especialmente crueles sin obligación legal alguna de hacerlo y sin que hayan mostrado arrepentimiento por sus terribles crímenes ha sembrado la confusión y la desmoralización entre las víctimas del terrorismo y entre las gentes de bien.
Ante nuestra patria se va oscureciendo un horizonte de ruina económica, de descomposición interna y de declive que nadie parece dispuesto a detener. Se impone una decidida reacción de los ciudadanos para enderezar el rumbo perdido y para regenerar unas instituciones degradadas. La plataforma reconversion.es ha programado un gran acto de movilización nacional por la reforma del Estado el próximo doce de noviembre. Informaremos cumplidamente del lugar, la hora y el contenido de este encuentro al que invitamos a sumarse con su presencia a todos los adheridos a nuestra plataforma.
1 de octubre de 2012

domingo, 9 de septiembre de 2012

Así está España

Estimados amigos lectores habituales de mi ATALAYA:
Voy a romper el silencio de estas últimas semanas -espero que no me hayáis echado mucho de menos, enviándoos dos enlaces de cuyo análisis podréis fácilmente colegir el por qué de mis diatribas contra la presente situación político-económica que estamos padeciendo en España, también el por qué de mi adhesión a la iniciativa Reconvertir el Estado, y el por qué vengo considerando un tremendo error que se tomen medidas justamente en sentido contrario al que se debería, que no se tomen las que debieran ser tomadas, o que se hagan en forma incompleta e inadecuada. De lo que se informa en ambos enlaces permite que cada uno extraiga sus propias conclusiones, tanto más jugosas cuanto más detenidamente se analice su contenido.
Reciba mi agradecimiento el amigo que me ha hecho llegar estos enlaces. Él sabe muy bien a quien me refiero.
Os aseguro que en breve retomaré el pulso de las "atalayas" en su forma habitual. Hay materia de sobra.
Entretanto, Salve


http://www.libremercado.com/2012-09-01/cataluna-sociedad-ilimitada-12764
67257/


http://www.libremercado.com/2012-09-09/comparaciones-odiosas-entre-auton
omias-1276467867/

jueves, 2 de agosto de 2012

ATALAYA ¿Ahora o nunca?



Este ha sido el ultimátum dado por el Presidente de la Generalitat de Cataluña al Gobierno de España, hace unos pocos días, en relación con sus pretensiones de obtener un régimen fiscal y tributario que todavía singularice más a aquella Comunidad Autónoma con respecto a las homólogas del resto de España, conocidas excepciones aparte. El mencionado ultimátum se completa con su inasistencia al Consejo de Política Fiscal y Financiera, y con las declaraciones del Conseller del ramo en las que dice preferir negociar con Bruselas que con Madrid ¡Menuda novedad! Madrid es siempre la excusa más recurrida por todo cuanto nacionalista se precie para justificar las consecuencias de sus errores, y para seguir alimentando su discurso victimista. Lo sorprendente de todo esto es que sus victimarios han venido consintiéndoselo.  Pero parece que ya no les cuela ¿Habrá reaños para proceder a una intervención estatal allí donde proceda?

Miren ustedes, señores gobernantes de turno de Cataluña, y también miren el resto de los políticos que les acompañan en sus planteamientos; si ustedes plantean, como plantearon el ahora o nunca, pues va a ser que nunca; es decir, España ya tiene que bajarse de la nube en la que nos habíamos instalado, y con todo este desmadre hubiera tenido que acabar desde el primer día de su entrada en funciones el nuevo Gobierno de la Nación. Pero no se hizo ¿se va dando usted cuenta Sr. Rajoy? Y ahora se va a tener que hacer, sí, se va a tener que hacer ahora o nunca, pero justo al revés de lo que los nacionalistas desean. Estoy seguro de que la recuperación del sentido de la realidad, de hacer de la política el medio de servir a los ciudadanos en lugar de servirse de ellos, ha de producirse ahora, en este momento preciso de dificultades, o, es muy probable que nunca volveremos a tener otra oportunidad igual. Y esto que afirmo, mi querido amigo lector, créame que no tiene nada que ver con los rasgos culturales, lingüísticos, y hasta económicos que nos distinguen a unos de los otros. Nadie en su sano juicio puede cerrar los ojos a esas realidades, ni a que esas realidades o se sostienen por sí solas, por la voluntad y el impulso que le proporcionen los ciudadanos, o no tienen razón de existir. Dicho queda, y la controversia servida.

A este servidor le da una mezcla de pena e irritación que este “ahora o nunca” nos haya de venir impuesto como condición sine qua non, para asegurar la permanencia de España en el Sistema Monetario Europeo, y junto con Italia, para asegurar la supervivencia del propio Euro, en lugar de que todo lo que inexorablemente haya que hacer lo hubiéramos puesto en marcha por nuestra propia iniciativa; pero lo único que nosotros hemos hecho por propia iniciativa es, durante al menos tres lustros, actuar como si fuéramos lo que nunca hemos llegado a ser.  También me produce pena e irritación que los actuales gobernantes, en lugar de haber cogido el toro por los cuernos asumiendo con valentía su plena responsabilidad en la profunda reforma del Estado y de sus estructuras (lector, le hago a usted el favor de no repetirme en cuanto a cuáles su servidor piensa que han de ser tales reformas), y que traten de justificarse en ese “no tenemos más remedio”, aludiendo implícitamente a condicionantes derivados de nuestra pertenencia a la Unión Europea  ¿Son necesarias tales reformas? Si verdaderamente lo fueran, y lo son, no hay que escudarse en exigencias ajenas, se hacen y ya está. Y si no lo fueran, que lo son, habría que discutirlas hasta la extenuación. Dicho queda, y la controversia servida.

Este columnista no se va a hacer cómplice de ningún movimiento de agitación social callejera, y rechaza tajantemente la amenaza de otoño caliente pronunciada por los sindicatos y alentada por la izquierda parlamentaria ¡Habrase visto mayor cara dura! Los principales causantes de la situación, en una clara connivencia para arruinar el país a base de prebendas y despilfarro, estimulan la rebelión (Sr. Rubalcaba dixit) de “sus” gobiernos autonómicos contra las medidas del Gobierno de la Nación ¿Quieren tomar la calle?  Pues ¡hala, a la calle! Pero despedidos.  Que tengan la seguridad de que van a ser despedidos. Como lo serán también quienes no vean y no se incorporen a lo inmediato: una espontánea reestructuración y toma de protagonismo directo de los propios ciudadanos; se verán en la calle en menos tiempo del que se toma un gallo para su canto -qué retórico me estoy volviendo ¿o es que lo soy? Los ciudadanos vamos a terminar con este estado de cosas; o los políticos contribuyen a ello, o tendrán que buscarse otras ocupaciones. Como la del ¿columnista? que ahora dice que ya él decía lo que el Banco Central Europeo debería hacer. Supongo que le publican para que todavía más se ponga en evidencia lo nefasto de casi ocho años de su desgobierno. Pero los que le acompañaban todavía están,  pretendiendo dar lecciones, y cobrando. Les espera el despido.

No puedo hoy dejar sin aplaudir dos noticias que, cada una en lo que vale, dejan abierta una gran puerta a la esperanza. Una, la iniciativa tomada por el Presidente de la Xunta de Galicia, de reducir en ¡¡¡14!!! el número de miembros del Parlamento gallego (de 75 a 61). Bienvenida sea, y ojalá se propague el ejemplo como así fue anunciado ya por otros, porque responde a una clara demanda de los ciudadanos. Pero tenemos prisa por verlo, al igual que la supresión de esos miles de “asesores”, cuyo papel, hasta donde fuera necesario, perfectamente puede ser desempeñado por funcionarios de carrera. Naturalmente, no han faltado rápidamente los apologetas del “no” y anunciadores de catástrofes democráticas.  La otra, tiene que ver con la noticia leída de que el presupuesto de los Ejércitos se redujo en un 20%. No es que aplauda la reducción, al menos sin saber si era o no necesaria, y de cómo afecta a la eficiencia de su funcionamiento. Lo que aplaudo es la actitud del Ejército mismo, siempre por encima de la generalidad de todos nosotros. Mientras haya políticos valientes y comprometidos con los intereses de sus conciudadanos, y unas Fuerzas Armadas leales y valerosas, la esperanza de un mundo mejor se mantendrá viva.

Salve, lector amigo, en este “raro” agosto que acaba de comenzar.

domingo, 15 de julio de 2012

Menéndez Pelayo. HETERODOXOS ESPAÑOLES


HISTORIA DE LOS HETERODOXOS ESPAÑOLES

Epílogo
     ¿Qué se deduce de esta historia? A mi entender, lo siguiente:
Ni por la naturaleza del suelo que habitamos, ni por la raza, ni por el carácter, parecíamos destinados a formar una gran nación. Sin unidad de clima y producciones, sin unidad de costumbres, sin unidad de culto, sin unidad de ritos, sin unidad de familia, sin conciencia de nuestra hermandad ni sentimiento de nación, sucumbimos ante Roma tribu a tribu, ciudad a ciudad, hombre a hombre, lidiando cada cual heroicamente por su cuenta, pero mostrándose impasible ante la ruina de la ciudad limítrofe o más bien regocijándose de ella. Fuera de algunos rasgos nativos de selvática y feroz independencia, el carácter español no comienza a acentuarse sino bajo la dominación romana. Roma, sin anular del todo las viejas costumbres, nos lleva a la unidad legislativa, ata los extremos de nuestro suelo con una red de vías militares, siembra en las mallas de esa red colonias y municipios, reorganiza la propiedad y la familia sobre fundamentos tan robustos, que en lo esencial aún persisten; nos da la unidad de lengua, mezcla la sangre latina con la nuestra, confunde nuestros dioses con los suyos y pone en los labios de nuestros oradores y de nuestros poetas el rotundo hablar de Marco Tulio y los hexámetros virgilianos. España debe su primer elemento de unidad en la lengua, en el arte, en el derecho, al latinismo, al romanismo.
Pero faltaba otra unidad más profunda: la unidad de la creencia. Sólo por ella adquiere un pueblo vida propia y conciencia de su fuerza unánime, sólo en ella se legitiman y arraigan sus instituciones, sólo por ella corre la savia de la vida hasta las últimas ramas del tronco social. Sin un mismo Dios, sin un mismo altar, sin unos mismos sacrificios; sin juzgarse todos hijos del mismo Padre y regenerados por un sacramento común; sin ver visible sobre sus cabezas la protección de lo alto; sin sentirla cada día en su hijos, en su casa, en el circuito de su heredad, en la plaza del municipio nativo; sin creer que este mismo favor del cielo, que vierte el tesoro de la lluvia sobre sus campos, bendice también el lazo jurídico que él establece con sus hermanos y consagra con el óleo de la justicia la potestad que [1037] él delega para el bien de la comunidad; y rodea con el cíngulo de la fortaleza al guerrero que lidia contra el enemigo de la fe o el invasor extraño, ¿qué pueblo habrá grande y fuerte? ¿Qué pueblo osará arrojarse con fe y aliento de juventud al torrente de los siglos?
Esta unidad se la dio a España el cristianismo. La Iglesia nos educó a sus pechos con sus mártires y confesores, con sus Padres, con el régimen admirable de sus concilios. Por ella fuimos nación, y gran nación, en vez de muchedumbre de gentes colecticias, nacidas para presa de la tenaz porfía de cualquier vecino codicioso. No elaboraron nuestra unidad el hierro de la conquista ni la sabiduría de los legisladores; la hicieron los dos apóstoles y los siete varones apostólicos; la regaron con su sangre el diácono Lorenzo, los atletas del circo de Tarragona, las vírgenes Eulalia y Engracia, las innumerables legiones de mártires cesaraugustanos; la escribieron en su draconiano código los Padres de Ilíberis: brilló en Nicea y en Sardis sobre la frente de Osio, y en Roma sobre la frente de San Dámaso; la cantó Prudencio en versos de hierro celtibérico: triunfó del maniqueísmo y del gnosticismo oriental, del arrianismo de los bárbaros y del donatismo africano: civilizó a los suevos, hizo de los visigodos la primera nación del Occidente; escribió en las Etimologías la primera enciclopedia; inundó de escuelas los atrios de nuestros templos; comenzó a levantar, entre los despojos de la antigua doctrina, el alcázar de la ciencia escolástica por manos de Liciano, de Tajón y de San Isidoro; borró en el Fuero juzgo la inicua ley de razas; llamó al pueblo a asentir a las deliberaciones conciliares; dio el jugo de sus pechos, que infunden eterna y santa fortaleza, a los restauradores del Norte y a los mártires del Mediodía, a San Eulogio y Álvaro Cordobés, a Pelayo y a Omar-ben-Hafsun; mandó a Teodulfo, a Claudio y a Prudencio a civilizar la Francia carlovingia; dio maestros a Gerberto; amparó bajo el manto prelaticio del arzobispo D. Raimundo y bajo la púrpura del emperador Alfonso VII la ciencia semítico-española... ¿Quién contará todos los beneficios de vida social que a esa unidad debimos, si no hay, en España piedra ni monte que no nos hable de ella con la elocuente voz de algún santuario en ruinas? Si en la Edad Media nunca dejamos de considerarnos unos, fue por el sentimiento cristiano, la sola cosa que nos juntaba, a pesar de aberraciones parciales, a pesar de nuestras luchas más que civiles, a pesar de los renegados y de los muladíes. El sentimiento de patria es moderno; no hay patria en aquellos siglos, no la hay en rigor hasta el Renacimiento; pero hay una fe, un bautismo, una grey, un pastor, una Iglesia, una liturgia, una cruzada eterna y una legión de santos que combaten por nosotros desde Causegadia hasta Almería, desde el Muradal hasta la Higuera. [1038]
Dios nos conservó la victoria, y premió el esfuerzo perseverante dándonos el destino más alto entre todos los destinos de la historia humana: el de completar el planeta, el de borrar los antiguos linderos del mundo. Un ramal de nuestra raza forzó el cabo de las Tormentas, interrumpiendo el sueño secular de Adamastor, reveló los misterios del sagrado Ganges, trayendo por despojos los aromas de Ceilán y las perlas que adornaban la cuna del sol y el tálamo de la aurora. Y el otro ramal fue a prender en tierra intacta aun de caricias humanas, donde los ríos eran como mares, y los montes, veneros de plata, y en cuyo hemisferio brillaban estrellas nunca imaginadas por Tolomeo ni por Hiparco.
¡Dichosa edad aquélla, de prestigios y maravillas, edad de juventud y de robusta vida! España era o se creía el pueblo de Dios, y cada español, cual otro Josué, sentía en sí fe y aliento bastante para derrocar los muros al son de las trompetas o para atajar al sol en su carrera. Nada aparecía ni resultaba imposible; la fe de aquellos hombres, que parecían guarnecidos de triple lámina de bronce, era la fe, que mueve de su lugar las montañas. Por eso en los arcanos de Dios les estaba guardado el hacer sonar la palabra de Cristo en las más bárbaras gentilidades; el hundir en el golfo de Corinto las soberbias naves del tirano de Grecia, y salvar, por ministerio del joven de Austria, la Europa occidental del segundo y postrer amago del islamismo; el romper las huestes luteranas en las marismas bátavas con la espada en la boca y el agua a la cinta y el entregar a la Iglesia romana cien pueblos por cada uno que le arrebataba la herejía.
España, evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectores o de los reyes de taifas.
A este término vamos caminando más o menos apresuradamente, y ciego será quien no lo vea. Dos siglos de incesante y sistemática labor para producir artificialmente la revolución, aquí donde nunca podía ser orgánica, han conseguido no renovar el modo de ser nacional, sino viciarle, desconcertarle y pervertirle. Todo lo malo, todo lo anárquico, todo lo desbocado de nuestro carácter se conserva ileso, y sale a la superficie cada día con más pujanza. Todo elemento de fuerza intelectual se pierde en infecunda soledad o sólo aprovecha para el mal. No nos queda ni ciencia indígena, ni política nacional, ni, a duras penas, arte y literatura propia. Cuanto hacemos es remedo y trasunto débil de lo que en otras partes vemos aclamado. Somos incrédulos por moda y por parecer hombres de mucha fortaleza intelectual. Cuando nos ponemos a racionalistas o a positivistas, lo hacemos pésimamente, sin originalidad alguna, como no sea en lo estrafalario y en lo grotesco. No hay doctrina que arraigue aquí; [1039] todas nacen y mueren entre cuatro paredes, sin más efecto que avivar estériles y enervadoras vanidades y servir de pábulo a dos o tres discusiones pedantescas. Con la continua propaganda irreligiosa, el espíritu católico, vivo aún en la muchedumbre de los campos, ha ido desfalleciendo en las ciudades; y, aunque no sean muchos los librepensadores españoles, bien puede afirmarse de ellos que son de la peor casta de impíos que se conocen en el mundo, porque, al no estar dementado como los sofistas de cátedra, el español que ha dejado de ser católico es incapaz de creer en cosa ninguna, como no sea en la omnipotencia de un cierto sentido común y práctico, las más veces burdo, egoísta y groserísimo. De esta escuela utilitaria suelen salir los aventureros políticos y económicos, los arbitristas y regeneradores de la Hacienda y los salteadores literarios de la baja prensa, que, en España como en todas partes, es un cenagal fétido y pestilente. Sólo algún aumento de riqueza, algún adelanto material, nos indica a veces que estamos en Europa y que seguimos, aunque a remolque, el movimiento general.
No sigamos en estas amargas reflexiones. Contribuir a desalentar a su madre, es ciertamente obra impía, en que yo no pondré las manos. ¿Será cierto, como algunos benévolamente afirman, que la masa de nuestro pueblo está sana y que sólo la hez es la que sale a la superficie? ¡Ojalá sea verdad! Por mi parte, prefiero creerlo, sin escudriñarlo mucho. Los esfuerzos de nuestras guerras civiles no prueban ciertamente falta de virilidad, en la raza; lo futuro, ¿quién lo sabe? No suelen venir dos siglos de oro sobre una misma nación; pero mientras sus elementos esenciales permanezcan los mismos por lo menos en las últimas esferas sociales; mientras sea capaz de creer, amar y esperar; mientras su espíritu no se aridezca de tal modo que rechace el rocío de los cielos; mientras guarde alguna memoria de lo antiguo y se contemple solidaria con las generaciones que la precedieron, aun puede esperarse su regeneración, aun puede esperarse que, juntas las almas por la caridad, tome a brillar para España la gloria del Señor y acudan las gentes a su lumbre, y los pueblos al resplandor de su Oriente.
El cielo apresure tan felices días. Y entre tanto, sin escarnio, sin baldón ni menosprecio de nuestra madre, dígale toda la verdad el que se sienta con alientos para ello. Yo, a falta de grandezas que admirar en lo presente, he tomado sobre mis flacos hombros le deslucida tarea de testamentario de nuestra antigua cultura. En este libro he ido quitando las espinas; no será maravilla que de su contacto se me haya pegado alguna aspereza. He escrito en medio de la contradicción y de la lucha, no de otro modo que los obreros de Jerusalén, en tiempo de Nehemías, levantaban las paredes del templo, con la espada en una mano y el martillo en la otra, defendiéndose de los comarcanos que sin cesar los embestían. Dura ley es, pero inevitable en España, [1040] y todo el que escriba conforme al dictado de su conciencia, ha de pasar por ella, aunque en el fondo abomine, como yo, este hórrido tumulto y vuelva los ojos con amor a aquellos serenos templos de la antigua sabiduría, cantados por Lucrecio
Edita doctrina sapientum templa serena!
M. MENÉNDEZ PELAYO

ATALAYA. Un poco de heterodoxia no vendrá mal


El pasado mes de mayo habían transcurrido cien años del fallecimiento de D. Marcelino Menéndez Pelayo, y como el amigo Manuel Morillo, en sus Anotaciones de Bitácora me hace llegar el Epílogo con el que el polígrafo finalizó su obra Historia de los Heterodoxos españoles, me tomo la libertad de situarlo en mi blog www.espaciodebalseiro.blogspot.com, para que los curiosos de entre mis lectores puedan acceder a él con toda comodidad.

Uno de mis amigos me sugirió hace algún tiempo que incluyese en estas “atalayas” alguna referencia bibliográfica de interés; y otro que descansase un poco de “atizar” a los políticos. Trato de corresponder en esta oportunidad al uno y al otro, aunque mucho me temo que por lo que respecta a la sugerencia del segundo, lo único que hago es cambiar mi directo fustigamiento por el indirecto, trasladándole la responsabilidad al autor de la obra, cuya lectura total o parcial recomiendo, buscándola en cualquiera de las bibliotecas virtuales, que aparecen escribiendo el título completo.

He leído un artículo conmemorativo de la efemérides arriba mencionada, publicado en uno de los grandes diarios nacionales, en el que se hacen juicios sobre la personalidad de Menéndez Pelayo, que, a todas luces constituyen juicio de parte y que no voy a discutir, al entender que toda a toda figura ilustre la distinguen facetas envueltas en luces y sombras, y nuestro personaje no podía ser una excepción. No discutiré aquellas opiniones, como tampoco quiero dar a entender una completa adhesión a las tesis y opiniones sostenidas por D. Marcelino. Por ejemplo: respecto a los rasgos que caracterizan la unidad de España, discrepo de la forma en  que los menciona y tal vez en esencia, por su exagerado dramatismo, de alguno de ellos, pero suscribo lo que sigue:

… “El día en que acabe de perderse (la unidad), España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectores o de los reyes de taifas.
A este término vamos caminando más o menos apresuradamente, y ciego será quien no lo vea. Dos siglos de incesante y sistemática labor para producir artificialmente la revolución, aquí donde nunca podía ser orgánica, han conseguido no renovar el modo de ser nacional, sino viciarle, desconcertarle y pervertirle.”

Ya se ve que en lo de menos apresuradamente el autor no anduvo muy fino, tal vez no previendo el impacto de la propaganda de la que se han servido los continuadores de la ideología sabinista y casanovista, a los que han prestado su apoyo los buenistas (de la derecha, de la izquierda y del centro, que de todo hay), que piensan que nunca pasa nada, o que nada importa y que todo está bien con tal de no ser excesivamente molestados. De aquellos incipientes polvos, tenemos ahora un lodazal del que no se sabe cuál será el final, o sí, aunque tal vez la crisis ayude a situar las cosas en el punto del que nunca debieron salir.

En cuanto al cuerpo de la obra, permítame lector llamar su atención en el Libro Séptimo, que se refiere especialmente a todo lo acaecido durante el reinado de Fernando VII, incluyendo la invasión napoleónica, el período liberal y la Constitución de 1812.  Hago esta llamada como una especie de homenaje a la PEPA, teniendo en cuenta la conmemoración de su segunda centuria. Seguramente que su lectura contribuirá a enriquecer el conocimiento que usted tenga de su inspiración ideológico-política y efectos. Sumo este homenaje a los varios en los que ya he tomado parte, especialmente en mi Coruña natal, ciudad especialmente unida a Cádiz y a las corrientes de pensamiento liberal con las que tan a gusto me siento, complementadas por la enraizada tradición de mi Oviedo germinal ¿Será que debido al influjo de mi naturaleza, a este servidor de usted le puede pasar lo que (dicen que) se decía que le pasaba a D. Marcelino? Que los católicos no le aceptaban por demasiado liberal, y que los liberales no lo hacían por ser tan recalcitrante católico. En mi caso espero que no sea así, pero si lo fuera,  que lo sea, porque no me pienso apear ni de lo uno ni de lo otro. Aderezado todo con el correr de los tiempos, claro.

Deseo que de esta atalaya no se deduzca ningún tipo de paralelismo entre el pensamiento de Menéndez Pelayo y el que a mí me pueda atribuir usted mismo, querido lector. A años luz me encuentro en distancia intelectual y universalidad de conocimiento, pero cada uno es cada uno y siendo distintos también nos parecemos. Y luchamos, muchos de nosotros, por no convertirnos en cómplices de lo que consideramos intrínsecamente malo, nos desagrada o nos perturba, y en esa lucha nos parecemos, D. Marcelino, usted, y yo.

Salve, amigo mío.

jueves, 12 de julio de 2012

ATALAYA. Dudas, y más dudas


Dudas, y más dudas, muchas dudas son las que me asaltan cuando me pongo a escribir esta atalaya para usted, amigo lector.  Para empezar, las que se refieren al tema a exponer, porque son tantos y tan importantes los acontecimientos que en estos dos últimos días se han producido que resulta francamente difícil atribuir prioridad a unos sobre los otros. Pero como por uno hay que comenzar, con su permiso voy a hacerlo por aquél que usted ya sabe que me preocupa sobremanera, y que no es otro que el tratamiento que, tanto desde el punto de vista político como desde el jurídico, se le da a todo cuanto tiene que ver con el terrorismo, y muy particularmente con el que tan próximo tenemos: el etarra; mejor dicho, el de ETA, porque ya que escribo en castellano voy a hacerlo con todas sus consecuencias, evitando caer en la utilización del léxico que tanto gusta, y en el que, aparentemente al menos, tendríamos la batalla perdida; asunto éste sobre el que hace algún tiempo usted mismo habrá tenido la oportunidad saber de mi opinión.

Pues bien, aquí las dudas se convierten ya en cruda certeza. La sentencia última del Tribunal de Derechos Humanos, pronunciada en Estrasburgo, sancionando a España por la utilización de la llamada “doctrina Parot” coloca al citado tribunal y al sistema jurídico español en una situación de ridículo tan escandaloso como peligroso. Escandaloso, porque se evidencia que los miembros de ese tribunal ¿serán por ventura jueces, o simplemente ocupan sillón de tales? desconocen la realidad de lo que acaban de sancionar, o, simplemente son conducidos a ella (a la sentencia) de forma culposamente intencionada; escandaloso, porque también evidencia que España no ha sido capaz de consolidar en el ordenamiento jurídico propio una doctrina que resultase incontrovertible para cualquier instancia ante la que fuesen presentados recursos incoados por quien a ello les asistiese derecho. Pues no es este el caso; como casi siempre, y en casi todo, tenemos los deberes por hacer. Y Europa, también. Y así nos va, a los españoles y al resto de europeos. Uno quisiera pensar, porque se considera biempensante, que el “sesteo” se acaba, pero la verdad … aquí regresan las dudas.

Peligroso, porque tal sentencia, aunque nos digan que vaya a ser recurrida, ya ha permitido la puesta en libertad de peligrosos asesinos, convictos y confesos, para los cuales con doctrina Parot o sin ella, el cumplimiento íntegro de las penas habría de ser una cuestión inviolable para cualquier estado serio, y sólo circunstancias muy especiales y perfectamente definidas podrían facilitar su redención parcial. Pero tampoco es este el caso. El caso es que por una grave imperfección del sistema jurídico, asesinos convictos y confesos quedan en libertad, sentando el gravísimo precedente que, a no tardar, habrá de ser seguido por otros recurrentes. Nuevamente el mal ya está hecho ¿Servirá para que se acaba el “sesteo” español, y la diletante ignorancia culposa europea? ¿Ha visto usted por quién está formado este tribunal europeo? Véalo, véalo. Más dudas emergen para este servidor de usted, reforzadas por el ya esperpéntico (salvo noticia de última hora desconocida por este servidor), proceso de elección del Presidente del Consejo General del Poder Judicial; no es de extrañar la esperpencia, cuando se tiene la sensación de que la lucha está planteada en clave de adscripción o simpatía política; y si fuera así ¿cómo fiarnos de la elección? Afirmo que si se tratase sólo de evaluar la riqueza curricular de los candidatos la elección tendría que haberse hecho ya, puesto que recursos técnicos para ello existen, y de sobra.

Y si de dudas hablamos, es de justicia reconocer las que hubiera tenido hasta ahora el presidente de nuestro gobierno, el Sr. Rajoy, tratando de encontrar el mejor camino para iniciar la tan ansiada recuperación. También es de justicia reconocer la dificultad de abstraerse de todas las contradictorias opiniones con las que se la ha “oosequiado”: que si Alemania, que si ahora Francia, que si la Comisión Europea, que si el FMI, que si algunos premios nobeles, que si sus propios consejeros áulicos, que si yo mismo … En fin, nada fácil, la verdad, pero es que para eso le pagamos ¿no? Dudas sobre si implantar tal o cual recorte, reforma, impuesto, etc. etc.  Finalmente parece que se le han disipado las dudas y, forzado o no, ha comunicado ayer cuáles son sus intenciones sobre el particular. Las intenciones ahí están. Las realidades las iremos viendo.  Este servidor de usted sabía, y así consta, que medidas como las anunciadas eran imprescindibles, y si eran imprescindibles y todos lo sabíamos, a qué tanto esperar, a qué tomarlas a traguitos, generando la idea de que no se era capaz de tomarlas ¿creyendo, tal vez, que era mejor hacerlas aparecer como una “imposición” que como iniciativa propia? Mal asunto; porque la imposición sí que se ha producido, y mucho mejor hubiera sido tomarlas de “motu proprio” y a su debido tiempo; así, muy bien hubiera podido ocurrir lo que en ello habíamos insistido: algunas se habrían evitado.

Usted me preguntará ¿cuáles se habrían evitado? Pues una que encierra varias: la subida de impuestos, cualquier tipo de impuestos, y ya sea sobre la renta, sobre sociedades, o el IVA, para este servidor el impuesto más injusto de todos cuantos en el universo pululan; simplemente, no es el momento ahora de elevar la presión fiscal o tributaria si se quiere realmente estimular el consumo interno; había margen y todavía hay para aumentar los ingresos del Estado, y aún más, para eliminar gastos, que es ahí en donde está “la madre del cordero”. En relación con el IVA (cualquiera que sea el tipo), y el evidente fraude que genera, el gobierno tiene en su mano la posibilidad de convertirnos a todos, sí amigo mío, a usted y a mí también, en verdaderos inspectores fiscales; ¿cómo? un amigo me lo sugiere en una conversación sobre el particular que les contaré en una próxima atalaya, pero tengo dudas, ya lo verá usted, de que se vayan a atrever. Más dudas.

Afortunadamente, este servidor de usted no tiene dudas sobre sí, más allá del acierto o del desacierto, pero nunca en cuanto a las intenciones, que las declaro abierta y explícitamente, sin condiciones previas. De otros no puedo decir lo mismo; a lo más que llego es a suponérselas, por la contradicción entre lo que dicen y lo que hacen.

Salve, amigo mío.